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sábado, 18 de diciembre de 2010

Fernán Núñez de Témez (II)

Fernán Núñez de Témez se casó con la hija del Adalid Domingo Muñoz, otro de los grandes protagonistas en las conquistas de los territorios del reino de Jaén y de Córdoba en el siglo XIII.  Doña Leonor Muñoz, que así se llamaba, era conocida como doña Ora tuvo  hasta nueve hijos con Fernán Núñez de Témez. De estos, saldrían las principales casas de la nobleza española en los siglos siguientes: la Casa de Cabrera, la Casa de Aguayo, la Casa de Medinaceli, de Feria... y en todas ellas empiezan su genealogía por Fernán Núñez de Témez.

Los hijos de Fernán Núñez cambiaron su apellido Fernández de Témez, por el de Fernández de Córdoba, para hacer honor a los nuevos territorios recibidos por su padre de manos del rey Fernando.


Los que están en rojo son los que han estado vinculados a nuestro pueblo y entre paréntesis aparecen las casas nobiliarias que se formarán tras su matrimonio y sucesivas generaciones.

Primero, de manera directa, doña Constancia o Constanza Fernández de Córdoba que se casará con Lope Gutiérrez de Haro, hijo de Pedro Díaz de Haro, primer señor de Abencalez. Su padre, Fernán Núñez le entregará como dote  el castillo que ha creado en torno a la torre a la que puso su nombre y que se encuentra próxima al señorío de Abencalez.

El hermano mayor de Constancia, Alonso Fernández de Córdoba, será el principal sucesor de Fernán Núñez de Témez, recibiendo por ser el heredero mayor masculino la mayoría de sus posesiones. Su segundo hijo,  Martín Alfonso, devolverá a la familia la torre de Fernán Núñez, incluyendo la de Abencalez  por su matrimonio con la heredera de la Casa de Haro, su prima Aldonza.  Esto supone el fin de este linaje como señores de Fernán Núñez y Abencález. Martín Alfonso heredará la torre de la Atalaya y por proximidad, la unirá a la de Fernán Núñez y Abencález que heredará su hija Inés.



Doña Inés se casaría con el primer señor de nuestro pueblo perteneciente a la casa de los Gutiérrez de los Ríos, don Diego Gutiérrez de los Ríos, empezando así una nueva etapa de dominio alejada de los Fernández de Córdoba, donde se volverán a repetir matrimonios entre familiares para asegurarse que no salgan las posesiones de la familia nobiliaria. Ambos fundarán el mayorazgo para el primogénito del Señorío de Fernán Núñez, que incluye la torre de Abencalez y la Torre de la Atalaya y las tierras que las circundan.

viernes, 21 de mayo de 2010

Los restos de Abencalez en otros monumentos

A parte de la supuesta campana encontrada en el siglo XV por Juan Criado, otros restos de la aldea, sobre todo de la torre en torno a la cual se encontraba, fueron destinados a la construcción del castillo de Montemayor.

La población actual de Montemayor surgió cuando, a partir del año 1340, Martín Alonso de Córdoba trasladó a éste lugar a los pobladores del cercano castillo de Dos Hermanas, para mejorar así la defensa del territorio que un siglo antes conquistara Fernando III.

El Castillo de Dos Hermanas tras su conquista a los árabes fue donado a Fernán Núñez de Témez. Don Fernán Núñez y doña Ora tuvieron nueve hijos; pero de ellos sólo nos interesan  dos. El primero, llamado Alonso Fernández de Córdoba, que fue tercero en el orden de nacimiento, sucedió a su padre en el señorío de Dos Hermanas, por haber muerto el mayor de sus hermanos, Nuño, luchando contra los benimerines de África, cerca de Ecija. El segundo fue Ruy, que llegó a ser Canónigo de la Santa Iglesia de Córdoba.

Torre del Homenaje del Castillo de Montemayor

Fue D. Alonso, Adelantado Mayor de la Frontera, Alcaide de Alcalá la Real, Alcalde Mayor de Córdoba, primer señor de Montemayor, por compra de este territorio a la Corona, y progenitor de toda la gran Casa de Córdoba, en la que se cuentan seis grandezas de España, diez y siete Casas tituladas y muchísimas de vasallaje y mayorazgos de gran antigüedad.

Don Alonso, por ser hijo y nieto de los conquistadores de Córdoba, tomó este apellido, que ya fue concedido a su abuelo y padre de doña Ora, Domingo Muñoz, por privilegio real, olvidando el de su padre, si bien conservó las armas de la Casa de Témez, que pasaron a ser las de Córdoba: tres franjas rojas horizontales, en campo de oro. Casó con doña Teresa Ximénez, hija de Don Pedro Bandoma de Góngora, primer señor de la Zarza y el Cañaveral, miembro de la ilustre Casa de Góngora en Córdoba, cuyas armas fueron cinco leones de oro en campo rojo, colocados en forma de cruz.

Su hermana, doña Constanza Fernández de Córdoba, recibió en dote el señorío de Fernán Núñez. Casó con don Lope Gutiérrez de Haro, hijo del conquistador don Pedro Díaz de Haro, el cual aportó al matrimonio el señorío de la torre de Abencalez, con lo cual este señorío y el de Fernán Núñez quedaron definitivamente unidos, como veíamos en la anterior entrada.

El hijo de Don Alonso, Martín Alonso de Córdoba destruyó parcialmente la antigua fortaleza musulmana de Dos Hermanas para aprovechar sus materiales en la construcción de lo que posteriormente sería el castillo de Montemayor. Así pues, la fundación de Montemayor comenzó con la construcción de su castillo, a cuyo alrededor se fue asentando la población. Martín Alonso contrajo matrimonio con su prima  Aldonza López de Haro, que por herencia era la 5ª señora de Fernán Núñez, uniéndose durante este matrimonio los señoríos de Dos Hermanas, ya Montemayor y Fernán Núñez y Abencalez.

Actuales restos de Dos Hermanas

Por tanto, Don Martín Alonso aprovechó los restos de la antigua torre del territorio de su esposa también para la construcción de su nueva fortaleza en Montemayor. Incluso esto llega a ser una baza para algunos historiadores que demuestran que hayan restos en el castillo de origen romano por ser procedentes de distintos sitios tanto de Dos Hermanas, que algunos autores citan como la antigua Soricaria romana como los de Abencalez, sembrando la gran polémica de si Ulia se encontraba en las proximidades de Fernán Núñez y Abencalez y fueron trasladados restos de este sitio hasta el actual castillo de Montemayor. Lo cierto, es que ambos términos son muy abundantes en restos romanos y carece de peso toda esta hipótesis de traslado de elementos romanos. Lo que si dejan claro es que parte de la torre fue usada para construir el nuevo castillo junto con los restos traídos desde Dos Hermanas (los restos de esta población y castillo se pueden visitar en la Carretera que une Espejo con Montemayor, en el cortijo del mismo nombre)

Rompiendo con la parte histórica ... yo me pregunto ¿qué pasaría si hoy día nos dijesen que de buenas a primeras nuestros gobernantes son para Montemayor y para Fernán Núñez al mismo tiempo? ¡Ay si nuestros vecinos supiesen que hay tanto pasado en común...! (y para otro día dejamos la historia de los Chuscarraos)

miércoles, 5 de mayo de 2010

La tradición de Santa Marina de Aguas Santas en Abencalez [2]

Desde mediados del siglo XIII hasta unas décadas antes de la conquista de Granada en 1492 estas tierras eran continuamente asaltadas por los musulmanes del cercano Reino de Granada. Sin duda para nuestra historia local, la más decisiva fue en 1382 (o 1385, no queda claro). La aldea y su torre ya están vinculadas al castillo recién creado en torno a la torre de Fernán Núñez de Témez, ya que por unión matrimonial a finales del siglo XIII, del hijo del conquistador de la torre de Abencalez, don Lope Gutierrez de Haro con la hija de Fernán Nuñez de Témez, doña Constanza Fernández de Córdoba el señorío de Abencalez y el de Fernán Núñez ya eran solo uno. Unión que quedó reflejada en el escudo de nuestro pueblo.

Dos torres unidas por un arco: la torre de Abencalez y la de Fernán Núñez

Ahora solo quedaba algún hecho decisivo para trasladar la población y unificar el nuevo centro militar (el castillo) con los habitantes del señorío. Este castillo tenía más posibilidades de soportar los ataques árabes que la vieja torre de Abencalez y dominaba mejor las vistas sobre la vega del Guadajoz, vía de las principales incursiones. Se puede decir que a los árabes si les interesaba mirar hacia la antigua Córdoba califal por eso la importancia de la torre de Abencalez en su ubicación al noroeste, frente a la de la nueva fortaleza cristiana mirando hacia el reino de Granada.

Pero los árabes conocían donde se encontraban las debilidades de nuestro territorio así que tras intentar el asalto a la fortaleza, se dirigieron en ese fatídico 1385 a la pequeña e indefensa aldea. Y así, fue, la aldea fue totalmente destruída y saqueada se vió obligada a desplazarse a las inmediaciones del nuevo castillo.

A partir de aquí es donde se mezcla toda la parte anterior, histórica, con la leyenda o tradición. Se cuenta que una pastora de Abencalez, horas antes del saqueo andaba por las afueras de la aldea cuando se le apareció una mujer que decía ser Santa Marina de Aguas Santas y le encomendó la tarea de ir a Abencalez a avisar a todos sus vecinos del desastre que iba a ocurrir y que recogiesen todos los vasos e imágenes sagradas de la iglesia y se trasladasen hasta el castillo de Fernán Núñez. Para dar credibilidad de sus palabras la santa hizo brotar agua de la tierra. Dicho manantial se ha conservado hasta tiempos recientes con el nombre de "Pocito de Santa Marina"

La pastora avisó a sus vecinos, algunos la siguieron y otros decidieron permanecer en Abencalez. Los árabes llegaron y aquellos que permanecían en la aldea fueron apresados o asesinados. Para conmemorar este hecho al poco tiempo se construyó un monumento cuya alta base soportaba un crucifijo de piedra berroqueña que perduró hasta 1934 cuando fue demolido. Este monumento se le conocía como Cruz de los Desamparados, en memoria de todos aquellos que no se refugiaron en el castillo y fallecieron o fueron apresados. Adosada a la peana, por la parte de atrás llevaba una gran lápida que en 1717 mandó colocar el Conde don Francisco Gutiérrez de los Ríos, que es lo único que se conserva del monumento, hoy situada en la capilla de Santa Marina (antigua del bautismo, en la Parroquia de Santa Marina) en la cual se expone:

Es tradición inconclusa haberse aparecido la Gloriosa Virgen y Mártir Santa Marina, la que llaman de Aguas Santa en Galicia, muy venerada por su patrono, Don Fernán-Núñez de Témez, a una pastora que rezando pastaba algún ganado en este sitio por donde entramos al lugar de Abencalez, habitado por cristianos mozárabes, en tiempos de moros, ordenándole que fuese prestamente al lugar y dijese que los moros irritados, habían de venir a destruirlo y que asegurasen los sagrados vasos e imágenes en la villa de Fernán-Núñez que ya estaba fortificada. Entonces rompiéndose milagrosamente una peña, quedó abierto el pocito que se llama desde entonces de Santa Marina, y su agua entra por su pie en el humilladero, sin haberse agotado su caudal; que la nombrasen Patrona de Fernán-Núñez como se hizo inmediatamente, asegurando que por su intercesión no permitiera nuestro Señor que hubiese peligro en Fernán-Núñez y que se librarían de muchas enfermedades los que usasen fervorosamente de aquel agua y pocito, como reliquia de la Santa. Todo lo cual se ha verificado por la experiencia de mas de cuatrocientos años, y lo acredita el busto de la pastora con el rosario en la mano y corona de resplandores, que en esta Santa Cruz se ve, puesta poco tiempo después. En cuya memoria y por devoción hizo el Excelentísimo Señor Conde de Fernán-Núñez, Señor de esta villa y la de Abencaez, que esta lápida se pusiese a quince de Abril de 1717.

Aquí se vuelve a dejar constancia de la devoción por parte de Fernán Núñez de Témez, y de sus sucesores, hacia Santa Marina, pero no de como llega hasta Abencalez, aldea que no era de la juridiscción de don Fernán Núñez de Témez ni fue conquistada por el, surgiendo así la hipótesis expuesta en la primera parte de esta entrada de que más bien la devoción en la aldea surgió de manos de los repobladores gallegos de Abencalez, independientemente de la devoción que profesase el capitán gallego.

Es muy asombrosa la descripción de la cruz que se hacía en la lápida, sobre todo si se compara con la sobriedad de la actual cruz del siglo XX.