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miércoles, 12 de junio de 2013

El conde de Fernán Núñez, embajador en Lisboa.

El 26 de febrero de 1778 el sexto conde de Fernán Núñez, Carlos José Gutiérrez de los Ríos Rohán-Chabot, es nombrado embajador en la capital portuguesa. A nivel político, nuestro país todavía vive una relación distante con Portugal que sigue siendo aliada de Inglaterra tras afianzarse en la corona española la dinastía de los Borbones, y por tanto, la consideración de Francia como un país aliado. Carlos José de los Ríos, desempeñó este cargo hasta marzo de 1786, estando al frente de la embajada durante ocho años. La sede de la embajada era el Palacio de las Necesidades.

Palacio de las Necesidades

El hecho que más destacó durante su cargo fue la fastuosa doble boda celebrada en el Palacio del Rocío de Lisboa. El conde llevó a cabo las negociaciones para el casamiento en la primavera de 1785 de los siguientes nobles:

Gabriel Antonio de Borbón, décimo hijo de Carlos III, que casó con la primogénita del rey de Portugal, Mariana Victoria de Braganza.

Carlota Joaquina de Borbón, primogénita de Carlos VI, que casó con el futuro rey de Portugal, Juan VI. Carlota llegó a ser la reina de Portugal y estuvo acusada de conspirar contra su propio marido, que la aisló en un palacio en las afueras de Lisboa. Carlota estuvo también a punto de ser reina regente de España, mientras su hermano Fernando VII estaba apresado por los franceses.

Carlota Joaquina y Joao IV
El conde no solo se encargó de las negociaciones sino que costeó de su propio bolsillo ambas bodas, sin escatimar en detalles.Construyó un arco triunfal que el mismo diseñó, escribiendo las siguientes inscripciones en sus frontispicios:

CAROLO. III. MARIAE. I. PETRO. III.
CATHOLICO. ET. FIDELISS. REGIBVS.
PERP. VTRIVSQ. GENTIS. CONCORDIAE.
DVPLICI.SVOR.CONNVBIO. AVCTORIB.

CARLOTAE. REG. HISP. NEPT. ET. GABRIELIS.
EIVSD. F. CVM. IOANNE. ET. M. A. VICTORIA.
REG. PORT. EF. CONIVG. FAVSTISS. CDDCCLXXXV.
C.C. FERN. NUÑS. HISP. LEG. POPP. FEL. AVG. IMP.

La fiesta que se celebró en el palacio del Rocío contaba con más de tres mil quinientas velas de cera blanca en lámparas de araña y candelabros. Además sonó una ópera anónima, aunque se cree que fue escrita por el sexto conde, llamada Il ritorno de Astrea in terra, cuya música compuso Giuseppe Palomino, instrumentista de la Real Cámara. Esa noche cenaron más de trescientos invitados en mesas adornadas con centros traídos desde París. 

Por último hizo acuñar una medalla conmemorativa cuyo anverso representa un altar antiguo sobre la que dos genios unen dos corazones. Himeneo, el dios griego de las ceremonias matrimoniales, coloca sobre ellos una corona de rosas y de mirtos. En el basamento se lee la fecha de los desposorios con la siguiente leyenda que demuestra la felicidad pública:

AVGVSTA.CONNVBIA. DIVTVRNAE. FELICITATIS. PIGNORA.

A lo lejos se descubren las vistas de las cortes de Madrid y Lisboa, en cuyas cortes se celebraron los desposorios, como se indica:

MATR. XXVII. MART.
OLYSIP. XII. APR.

Medalla conmemorativa


Una corona, formada por dos ramas de rosas y mirto, sujetas en sus extremos por un lazo, como símbolo de la unión, ocupa el reverso, y en el campo, se lee esta inscripción, destinada a dar a conocer en la posteridad el cariño y el celo del embajador a su soberano y a su patria:

GEMINATAM
POPULORUM
LAETITIAM
GRATULATVR
C.C.F.N.L.H.

El rey de Portugal quiso agradecer al conde su entrega con la boda y se puso en contacto con Carlos III, el cual autorizó al monarca luso para la entrega de un regalo digno de la categoría de un rey. Carlos José Gutiérrez de los Ríos rechazó dicho regalo. Carlos III insistió, en agradecerle de alguna manera las atenciones prestadas y acabó nombrándolo Consejero de Estado y ofreciéndole la embajada de Viena, la cual no fue aceptada, otorgándole en Marzo de 1786 la embajada de Londres, que había quedado libre tras dejarla el marqués de Almodóvar. Sin embargo, nunca la llegó a ocupar porque el conde de Aranda dejó en esas fechas libre la embajada de París, decidiendo Carlos III en último momento que el mejor para ocupar el puesto sería el conde de Fernán Núñez. El nombramiento fue a principios de 1787, pero hasta mediados de octubre no tomó posesión de la embajada.

Estas bodas no eran más que el propósito de recuperar la gran alianza entre Portugal y España, lo que se denomina históricamente como la Unión Ibérica, que ya sucedió en la época de los Austrias, en los reinados de Felipe II, Felipe III y Felipe IV.

Los inicios de Carlos José de los Ríos en la embajada no fueron fáciles. Portugal incumplía un tratado con Inglaterra del siglo XVII por el interés propio de seguir siendo su aliado. El tratado en uno de sus artículos dejaba claro cual era el número de barcos que podían entrar en los puertos lusos que eran refugio y escala de los piratas ingleses que continuamente atacaban los barcos que venían de América a España. Según el tratado, el máximo de barcos ingleses no debía ser mayor a seis, según los datos del embajador, en la ciudad de Lisboa el 20 de febrero de 1780 había hasta veinte navíos ingleses.

Con el Tratado de París de 1783 que puso fin a la Guerra de la Independencia de los Estados Unidos y que Inglaterra firmó con otros países entre ellos España, se recuperaron muchos territorios que fueron conquistados por los británicos, excepto Gibraltar. En estas negociaciones intervino el sexto conde de Fernán Núñez, otorgándole Carlos III por todos sus logros y méritos, la Orden del Toisón de Oro, que fue incluido al escudo condal. 



Escudo ducal en la Plaza de Armas con la Orden del Toisón de Oro en el centro

Antes de salir de la embajada portuguesa ocurrió en Peniche, cerca de Lisboa,el dos de febrero de 1786, el naufragio del navío San Pedro de Alcántara. El conde gestionó la repatriación de los heridos, el rescate de los fallecidos y de su tesoro. Su bienhacer fue recompensado económicamente y destinó dicha recompensa para la construcción del cementerio y la restauración del Hospicio de La Caridad de su villa de Fernán Núñez.


 · Información editada procedente de:

- Historia de la Villa de Fernán Núñez. Francisco Crespín Cuesta. 1994.
- Vida de Carlos III. Carlos José Gutiérrez de los Ríos.

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miércoles, 22 de mayo de 2013

Introducción sobre Carlos José Gutiérrez de los Ríos, sexto conde de Fernán Núñez

Grabado de Carlos José Gutiérrez de los Ríos, sexto conde de Fernán Núñez
Hablar de Carlos José Gutiérrez de los Ríos Rohán-Chabot es meterse en camisas en once varas. No es el mejor comienzo de una entrada, pero al menos es sincero.

Hay muchas cosas publicadas y estudiadas sobre este noble del siglo XVIII y por otro lado, mucho que estudiar y conocer todavía. Junto con Francisco Gutiérrez de los Ríos, su abuelo paterno, han sido las dos personas que más han afectado directa e indirectamente sobre la vida de Fernán Núñez, en aquel siglo XVIII donde vivieron y hasta hoy, pues todavía hoy perduran cosas tan básicas como la organización en manzanas de nuestro pueblo, sus principales obras acometidas como la Fuente de los Caños Dorados y hasta no hace más de cincuenta años algunas de las obras pías que fundaron.

Precisamente de su abuelo debió de tomar ese carácter por preocuparse por los suyos como el conde solía denominar a los fernannuñenses ya que quiso colocar en la entrada a su panteón,  que nunca se llegó a realizar, la inscripción de Descansa con los suyos. 

Proyecto del Cementerio
En la siguientes entradas hablaré de todas las facetas del mismo, edificios y lugares fundados por el, las cuales, a modo de resumen, serán las siguientes:

Desde joven ya manifestó un gran interés por las artes, diseñando los planos del Palacio Ducal de Fernán Núñez, el Altar Mayor de la Parroquia de Santa Marina y probablemente el Proyecto de Cementerio Municipal de la Villa.

Altar Mayor de la Parroquia de Santa Marina de Aguas Santas. Fernán Núñez
Fue consiliario de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando desde 1770 y compuso una obra musical de temática religiosa, llamada Stabat Mater.  En el campo de las letras destacó por ser autor de la obra Vida de Carlos III.

Empezó su carrera militar en la expedición de O'Reilly contra Argel y Túnez de 1775 para luego dar paso a la carrera diplomática siendo Embajador en Lisboa desde 1778, pasando a París en 1786 posteriormente.  

Retrato de Alejandro O'Reilly, por Goya
Finalmente me queda remarcar su labor en la villa donde hay que destacar:
- Reedificación del Palacio 
- Puso en servicio el Mesón que fundase su abuelo.
- Dividió en manzanas las casas del pueblo
- Fundó las Escuelas Públicas de Niños y Niñas.
- Reestableció las Escuelas de Cristo en la ermita de La Veracruz
- Desecó el término de Valdeconejos con siembra de olivos e hizo un nuevo reparto de tierras.
- Plantó moreras para que continuase la fabricación de seda. 
- Construyó la fuente de los Caños Dorados en el Llano de las Fuentes. 

Algunos de los puntos anteriores tienen enlace por haber estado ya hablando de ellos en entradas posteriores, de los que no, espero hablar con detalle en los siguientes meses y que los comentarios sobre su figura sean abundantes.


 · Información editada procedente de:
- Historia de la Villa de Fernán Núñez. Francisco Crespín Cuesta. 1994.

martes, 20 de marzo de 2012

Plano, corte y fachada del cementerio de la Villa de Fernán Núñez (1787)

Hace tiempo que escribí sobre los orígenes del cementerio de Fernán Núñez. Ahora por casualidad, me ha llegado un documento muy interesante sobre el mismo. Es el plano del proyecto que fue realizado en torno a 1787 por encargo del sexto conde Carlos José Gutiérrez de los Ríos. El cinco de mayo de ese año fue cuando se colocó, en su presencia, la primera piedra del cementerio. En él, señaló también, un lugar para el enterramiento de los eclesiásticos y proyectó un panteón para los señores de la Casa Condal (luego Ducal) con una renta de 5279 reales.

Carlos José Gutiérrez de los Ríos y su familia, con Fernán Núñez al fondo
El documento que muestro a continuación es ese proyecto, que nunca se llegó a realizar.
Según el doctor Carlos Saguar Quer, profesor de la Complutense de Madrid podría haber sido el primero de los cementerios modernos de España si se hubiese llegado a construir, pero como ya expliqué en la anterior entrada sobre el proyecto definitivo del Panteón, las circunstancias que después acompañaron a la Casa Condal en los siguientes años no fueron muy favorables. Tanto que el cementerio quedó abandonado en las décadas posteriores, como ya conté en las entradas citadas al pie de esta y el macroproyecto, se redujo a hacer los enterramientos alrededor de la ermita de San Sebastián y en reservar un espacio con pilones para tumba condal, delante de la ermita.


Por partes, lo que primero encontramos es el corte del edificio.



1. CORTE DEL CEMENTERIO.





Siguiendo el dibujo encontramos, un atrio de entrada a una gran capilla, con una gran cúpula. Esto supondría el derribo de la antigua ermita de San Sebastián, que aproximadamente hoy día se encuentra donde finalizaría la capilla proyectada. Esta cuenta con tres óculos y tres altares. Justo detrás se encontraría el cementerio en sí, al descubierto, con un claustro, que se separa del cementerio mediante una reja. 

Por último, encontramos una galería de catorce panteones justo antes de llegar al panteón ducal, de forma rectangular, con cúpula elíptica y óculos en ella, de menor altura que la de la capilla.

Si se hubiese construído este edificio encima del Monte de la Vieja Ermita (lugar donde se asienta el cementerio) hubiese sido impresionante.


2. PLANO DEL CEMENTERIO.


A. Atrio                                                              G. Puertas y calle de cipreses del cementerio
B. Capilla (con tres altares)                                 H. Cementerio descubierto
C. Sacristía                                                         Y. 14 sepulturas distinguidas con sus divisiones
D. Patio o jardín de la sacristía                            M. Panteón para los Señores de la Casa con su altar 
E. Cuartos del sacristán                                       N. Sacristía y patio del Panteón
P. Patio.                                                              O. Patio con pozo profundo para carnero*
 F. Claustro cubierto, con una verja de hierro

 Carnero:  (Del lat. carnarĭum, fosa). Lugar donde se echan los cadáveres.

La entrada al cementerio descubierto, donde serían enterrados los fernannuñenses, se producía a través de los dos patios que tiene la capilla (el de la sacristía y el de las habitaciones del sacristán). Las catorce sepulturas estaban bajo uno de los laterales del claustro, el más próximo al panteón señorial y la idea sería sacarlas en venta para las familias más pudientes, que así descansarían más próximos a los condes.

Crespín Cuesta afirmarba que encima de la fachada del panteón el conde pretendía que apareciese la inscripción "Descansan con los suyos".



3. FACHADA DEL CEMENTERIO



 La fachada dibujada en el proyecto muestra el aspecto del cementerio desde la Calle San Sebastián. Encontramos un atrio con cuatro columnas. Arriba hay un frontón y en la calle central una puerta que daría acceso a la capilla. Destaca la gran cúpula de la capilla.

Hoy día solo podemos observar lo que fue el inicio de esa gran obra, el atrio.



Gracias a Carlos Saguar Quer, por hacerme llegar este documento tan interesante.

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Moro, el perro de los entierros

martes, 8 de noviembre de 2011

Moro, el perro de los entierros

Se ha escrito y dicho mucho a cerca del Perro de los Entierros de Fernán Núñez. La web está llena de referencias, enlaces y videos. Si tecleamos en Google, Fernán Núñez y perro de lo entierros, nos aparecen varios links, entre ellos el de Talbanés,  que ya trató estupendamente el tema y en los comentarios podéis encontrar un buen resumen de la historia del mismo de manos del presidente de la Asociación Cultural Caños Dorados, Andrés Romero Pérez, persona muy vinculada a la Asociación Cordobesa Protectora de Animales y Plantas San Martín de Porres. Aquí dejo el enlace

Hasta en la televisión se emitió un minireportaje en el programa Cuarto Milenio de Cuatro donde quizás se exaltaba el hecho de haberle construído a Moro, que así le pusieron de nombre, un homenaje. Quien vea el video puede interpretar que el homenaje era por su extraño comportamiento hacia la muerte, pero sin duda, creo que esa estatua lo que representa es la lucha por impedir el maltrato de los animales, usando un animal muy conocido que tuvo por desgracia una muerte muy conocida.  La estatua del homenaje, ubicada frente a la Fuente Reonda, del Llano de las Fuentes, es como no, obra de Juan Polo.

Moro, perro de los Entierros en el Llano de las Fuentes. Fotografía de Salvador López
 Muchos tienen ya su propia opinión, yo tengo poco que aportar a esta entrada, sobre todo porque nací dos años después de la muerte del perro, pero siempre recordaré como mi abuela me contaba las historias del perro y como incluso fue alimentado alguna vez por alguien de mi familia.

He decidido elegir un artículo de Crespín Cuesta, artículo coetáneo, pues cuando se publicó el perro Moro aún estaba vivo, de manera que refleja en cierto modo, el ambiente del momento y no lo que vivieron, han contado o recordamos que nos contaron, así que aquí lo dejo, está extraído de Piedras y Cruces, un libro que, permitidme la sugerencia, deberían de poner de lectura obligatoria en los colegios e institutos de Fernán Núñez (que para Conocimiento del Medio puede venir bastante bien)

Parece cosa sobrenatural; pero no lo es, aunque en las noticias divulgadas entre el vecindario y publicadas en la prensa, se le haya querido dar ese carácter. Es un can negro, de tamaño mediano, rabo corto y orejas gachas. Es noble, tranquilo y reposado al andar. No ladra a nadie, sino a los de su misma especie, ni se enfurece jamás por causa alguna. La misión de cualquiera de estos animales es comer, dormir y acompañar a su amo, cuando no se le destina a guardar la puerta del cortijo, amarrado a una cadena, o a guardar el ganado; pero la de este raro ejemplar, que carece de nombre, porque para todos es el perro de los entierros, es muy diferente de la que siempre tuvieron su raza: acompañar al difunto hasta su última morada, en cuantos entierros tienen lugar en la Villa.

Es curiosísimo el comportamiento del animal. Sabe distinguir el tañido de las campanas cuando tocan a muerto, de los demás toques usuales en la parroquia. Los lúgubres tintanes fúnebres le atraen irresistiblemente y al oirlos comienza a olfatear y a recorrer afanoso las calles del pueblo, hasta encontrar la casa mortuoria, a cuya puerta se echa, hasta que la comitiva se pone en marcha y se coloca al lado del féretro, acompañándole a lo largo de todo el itinerario. Llegado a la iglesia, se queda a la puerta y allí espera la terminación de oficios fúnebres. Luego vuelve a colocarse junto a la caja y camina hasta llegar al cementerio, en cuyo recinto entra, siguiendo el cadáver, y se echa al pie de la fosa, o sepultura, de donde no se mueve hasta que el último de los asistentes ha abandonado el Camposanto. Después vuelve a las calles del pueblo, a vagar por ellas, a nutrirse de los cubos de basura y dormir sobre las gradas de las puertas.

Entierro en la calle San Sebastián, con Moro en primer plano, finales de los años 70. Foto de Isabel Redondo
Este es el caso sorprendente del extraordinario y discutido que ha llamado la atención de cuantos han observado su extraño comportamiento. Pero lo que muchas personas ignoran es que, detrás de este curioso fenómeno de fidelidad a la muerte, protagonizado por este noble animal, hay una historia sentimental y bella, no menos interesante que las sobrenaturales propiedades que se le atribuyen a la curiosa bestezuela.
El animar, actor de tan singulares escenas, perteneció a un vecino de la localidad, que vivió en estado célibe, sin otra compañía, en sus últimos años, que la de este noble can, al cual dio todo el afecto que hubiera ofrendado a una esposa o unos hijos. Pero llegó un día en que, este hombre, aquejado por grave enfermedad entregó su alma a Dios. El animal, presintiendo la magnitud de la tragedia, aulló lastimeramente en el momento en que el alma abandonaba el cuerpo de su dueño. Después, echado junto al lecho de muerte, permaneció triste e inmóvil hasta que el cuerpo fue llevado a enterrar, yendo a su lado hasta el mismo instante de bajarlo a su tumba.

Cuando todo el acompañamiento hubo abandonado el cementerio, el fiel can siguió junto al sepulcro de su amo. Llegada la noche, el sepulturero tuvo que sacarlo por la fuerza; pero lejos de alejarse, se echó junto a la entrada, sin duda esperando la salida de su hasta ahora inseparable compañero. Allí permaneció tres días consecutivos, hasta que el hambre le obligó bajar al pueblo en busca de alimento. Desde entonces, los cubos de la basura le proporcionan el sustento y el cielo es su único techo; pero cuando las campanas parroquiales tocan a muerto, sus ojillos tristes se animan, se electriza su cuerpo recordando a su buen amo, y corre por las calles hacia la casa mortuoria, va a la iglesia y llega al cementerio pegado al ataud, con la única esperanza de volverlo a encontrar. Así un día y otro día, un año y otro. Han transcurrido varios dede que el perro amigo de los muertos quedara en la orfandad, sin embargo, su fidelidad al dueño que le cuidó y mimó sigue tan patente e incommovible, como si este acabara de morir y, sin desmayo, le espera aún para demandar sus caricias.
Ante este caso insólito y curioso, que debía servir de ejemplo a los humanos, el alcalde de Fernán Núñez ha ordenado sea respetado el animal, se le vacune periódicamente y se le de cobijo, en las frías noches invernales, en el local que sirve de cuartelillo a la guardia municipal.
                                                  Crespín Cuesta. Piedras y Cruces.




Desconozco si este último parrafo se llegó a aplicar o el perro murió antes.  Con esto pongo fin a la relación de entradas, que acompañaban al mes de Noviembre, para hacer este tributo al lado fernannuñense del mundo de los muertos.

· Información procedente de:
Piedras y Cruces. Francisco Crespín Cuesta

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martes, 1 de noviembre de 2011

La ermita de San Sebastián o La Vieja Ermita (II)

Para completar la anterior entrada sobre la ermita de San Sebastián, en esta segunda parte vamos a hablar sobre su interior.

Exterior de la ermita de San Sebastián

Según cuenta Crespín Cuesta en su libro  Piedras y Cruces dice:
Desde los inicios del siglo XVIII la hermandad de San Sebastián cuidaba el culto a sus dos titulares representados por una imagen de Nuestra Señora de los Remedios, con el niño en brazos, dos de San Sebastián, también de talla, una de ellas desnuda, sufriendo el martirio, con cruz de plata en una mano y saeta del mismo metal en la opuesta, y la otra de mediana estatura, vestida. También había un Niño Jesús, conocido como El Niño Pastor.


La devoción a estas imágenes debió ser grande, por la gran cantidad de objetos de plata procedentes de promesas que llenaban sus camarines. Había un cáliz de cierto valor, con cucharilla y patena, una corona de plata para la Virgen de los Remedios, otra para el niño y una tercera para el Niño Pastor.


Además había multitud de pequeños objetos de plata, tales como ojos, pies, manos, torsos... los cuales se emplearon para hacerle a la Virgen una media luna.
Hoy no queda nada de eso en la ermita. La actual ermita, es de planta rectangular, con tejado a dos aguas y una espadaña, donde tiene una campana que suele sonar el día 2 de Noviembre, día donde se celebra la misa de los difuntos, en dicho recinto. Su interior al igual que la fachada principal está pintada de rojo y blanco, siguiendo las líneas de los edificios ducales, pintados de bermellón y blanco.

Interior de la ermita de San Sebastián




En sus laterales presenta dos hornacinas con un arco de medio punto, frente a frente, en una de ellas hay una estatua de un Sagrado Corazón y otra con algunos Crucificados de pequeño tamaño. En el altar mayor, hay un altar de yeso, probablemente, en cuya hornacina central está la imagen de San Sebastián, sin mucho valor artístico, siendo asaetado semidesnudo.  Del resto de imágenes de las que hablaba Crespín Cuesta no queda ningún rastro, lo cual es una pérdida importante que sufrió nuestro patrimonio y de la que no tenemos constancia de cómo sucedió. 

Detalle del Altar Mayor, dedicado a San Sebastián
Esta ermita y este cementerio no puede distar de muchos otros de nuestra provincia, o de Andalucía o España, pero quería dejar constancia con algunas entradas por su historia, vínculos y a nivel personal por cercanía.




· Información editada procedente de:
Historia de la Villa de Fernán Núñez. Francisco Crepín Cuesta
Piedras y Cruces. Francisco Crespín Cuesta

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domingo, 30 de octubre de 2011

El Santo

En Fernán Núñez, siempre usamos la expresión el Santo para referirnos al Cementerio Municipal, la historia del cementerio va ligada siempre a la de la ermita de San Sebastián y a pesar de estar dedicada a dicho santo, el cementerio no recibe ninguna advocación. El Santo hace alusión al término campo santo, abreviandose solo en Santo.

En las anteriores entradas (se pueden consultar en la relación de enlaces al final de la entrada) he hablado de su origen, y a parte de este periodo inicial, pocos sucesos llamativos han ocurrido que puedan ser de interés histórico. Eso sí personales, muchos, y no relacionados con la muerte, que lógicamente, podrían ser, sino que por proximidad a mi domicilio ha sido en varias ocasiones lugar de juegos de niños (por muy extraño que parezca) y lugar para ir a ligar o pelar la pava (por muy raro que parezca, también) La verdad es que  allí no te molestaba nadie.

El Santo en 1969, fotografía de Andrés Raya Saro
Son muchas las historias que me contaba mi abuela, como la de aquella mujer que enterraron viva, y tras escuchar los gritos dentro de la tumba, la sacaron, pero ya era tarde, pues finalmente sí que murió. Al desentarrarla descubrieron el error porque la mujer dejó la marca de sus uñas en la tapa del ataúd, muestra de intentar salir del mismo y hace unos años como mi propia madre se cayó a una tumba y que tras permanecer allí veinte minutos, a unos cinco metros de profundidad la sacasen casi totalmente ilesa. 

Pero vamos a lo que vamos:  el Santo de Fernán Núñez es un lugar privilegiado, con unas vistas impresionantes de los alrededores, siendo de los pocos puntos de Fernán Núñez desde donde se ve el castillo de Montemayor (a ras de suelo sin necesidad de estar en lo alto de un edificio) Ya lo dijo el sexto conde al Consulado de Cádiz: <<... y a principiar a construir un cementerio público, proyectado por mí, en el parage más elevado a la inmediación de ella..
.

Al fondo, junto al ciprés el Castillo de Montemayor

Vistas del Palacio Ducal, desde el santo.
  Se divide en varios patios. Solo conozco los nombres de las placas que se conservan: el Patio 1, de San Juan, el de mayor antiguedad, donde se sitúa la ermita de San Sebastián, los pilares del panteón ducal y las tumbas de más antigüedad muchas con escudos nobiliarios que evocan al pasado ilustre de muchos de los vecinos de Fernán Núñez.

Panteón del siglo XIX

Nichos de la familia de los Villafranca

En el patio de San Juan también se situaba una cruz, hoy desaparecida,  tras ser sustituída por un crucificado de Juan Polo, que está en el centro de lo que se iba a usar como panteón ducal.

Cristo de Juan Polo, foto de Juan Cardador Cañero

Lógicamente, la población aumentaba y también los enterramientos. El patio quedó pequeño, así que se tiró una de sus tapias, la orientada al sureste, y se hizo el segundo patio, dedicado a San Pedro

El segundo patio también quedó pequeño con el tiempo, de hecho las tumbas que hay no presentan ni calles para poder acceder a ellas, por el gran hacinamiento. Finalmente se amplió hacia el sureste nuevamente creando un tercer patio, cuyo nombre desconozco. Pero aún así, con el paso del tiempo volvió a ser pequeño, ampliándose hacia este en dos nuevos patios tres veces más grandes que el primitivo patio de San Juan y paralelo a este. El primero de estos dos, el patio cuarto es el patio de San José.

Placa del patio de San José

Vista de la ermita de San Sebastián desde el patio de San José

No hace muchos años, ya en la década del dos mil, se amplió nuevamente por su parte sureste, con algunas críticas de los vecinos que pedían un traslado del cementerio a otro lugar más alejado de la población.

 En el último patio se encuentra otra estatua de Juan Polo, concretamente en su panteón familiar, una obra llamada La Piedad.

La Piedad, de Juan Polo
Detalle de La Piedad

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jueves, 27 de octubre de 2011

El Panteón de la Casa Ducal en Fernán Núñez

Si volvemos a las entradas sobre el origen de nuestro cementerio (I y II) comprobamos como en el Cementerio había un espacio dedicado al enterramiento de la Casa Condal, luego Ducal.

Carlos José Gutiérrez de los Ríos, sexto conde,  hizo grandes reformas en el pueblo, como hemos visto en las entradas citadas inicialmente, y entre ellas estaba la construcción del cementerio en torno a la ermita de San Sebastián con parte de una recompensa por su buen hacer como diplomático. 

Fachada principal de tres arcos

Carlos José de los Ríos (era común abreviar de esta manera el apellido, omitiendo el Gutiérrez) diseñó y proyectó un panteón para sus descendientes, sobre cuya puerta se colocaría la inscripción Descansan con los suyos, según el cronista de la villa, Crespín Cuesta que acreditaba y confirmaba que los señores, condes y duques de esta tierra cumplían con una de sus últimas voluntades, que consistía en pasar los últimos años de su vida en el palacio de nuestro pueblo y descansar con el resto de fernannuñenses en el santo (como en Fernán Núñez, llamamos al cementerio)

Sea esta o no la interpretación, lo cierto es que el panteón solo quedó en proyecto. El paso de los años fue alejando a los herederos de la Casa Condal/Ducal de nuestro pueblo. Nuevos títulos, un nuevo palacio en Madrid, grandes ruínas a las que hacer frente, heredadas de las grandes sumas gastadas por el sexto y séptimo conde, empezó a  hacer mella entre las relaciones entre la Villa y la Casa de los Fernán Núñez, que hasta perdió su apellido De los Ríos pasando a ser primero Osorio y luego Falcó.

En la biblioteca municipal, recuerdo vagamente, existía un documento sobre este panteón, confeccionado por un profesor de historia - no lo he podido volver a localizar con el paso del tiempo, pero lo recuerdo con gran claridad- En el documento se observaba como los cuatros pilones que hoy hay en el patio de San Juan o patio primero del Cementerio Municipal, frente a la ermita de San Sebastián marcan este espacio que no puede ser invadido por ninguna otra lápida o tumba, por ser el espacio que se reservó o se reserva para el enterramiento de los nobles.

Pilona 1
Frente a la esquina de la ermita: la pilona 2

Pilona 3

Pilona 4


Por tanto, este espacio, sobre el que ahora se levanta un crucificado de Juan Polo, en su parte central y que preside la entrada al cementerio por su puerta principal, fue el destinado para tal fin.




Y ahora viene la pregunta. Si se construye un panteón en ese lugar, ¿taparía la ermita de San Sebastián  y desvirtuaría la imagen de la portada de tres arcos? El problema lo solucionó el diseñador del panteón, que probablemente fue el mismo sexto conde, con un panteón subterráneo: a través de la ermita de San Sebastián se accedería a una cripta cuyos límites quedaban marcados por los cuatro pilones anteriores.

Esquema de la Cripta Ducal proyectada

Finalmente, la hija del primer duque, Francisca Gutiérrez de los Ríos Lasso de la Vega desechó la idea de sus antepasados y se empezó a construir un panteón en la corte madrileña, donde tenían su nuevo palacio, en unos terrenos adyacentes al Castillo de la Alameda de Osuna, una de sus propiedades en la capital.

Panteón de los Fernán Núñez, en la Alameda de Osuna (Barrio de Madrid)



· Información editada procedente de:
Historia de la Villa de Fernán Núñez. Francisco Crepín Cuesta

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lunes, 24 de octubre de 2011

Origen del Cementerio Municipal de Fernán Núñez (II)

Tras la fundación de finales del siglo XVIII que veíamos en la anterior entrada, vino un abandono del campo santo. Parece ser que a pesar de la Real Cédula y de la construcción del nuevo los vecinos siguieron con sus costumbres y se siguió usando los cementerios urbanos y el tiempo no pasaba en balde por el recinto del Monte de la Vieja Ermita.

En 1857, con solo algo más de medio siglo de su creación, este se encontraba en deplorables condiciones de conservación. La ermita estaba casi derruída, con sus puertas inmovilizadas por escombros. Los restos de los cadáveres que se habían enterrado junto a dicha capilla, estaban descubiertos y revueltos con las ruinas, las paredes de la cerca derruidas por muchas partes y desprovistas de cubierta de teja, para preservarlas de los temporales. Algunos de los vecinos profanaban el lugar metiéndose en el interior, con objeto de segar la hierba que crecía, para dar de comer a sus ganados, o de recoger las tablas de los ataúdes para emplearlas como combustible y a veces, hasta introducían ganados para que pastasen. No eran tiempos buenos y la población de Fernán Núñez, hacía uso de lo que encontraba.

La Corporación Municipal trató de remediar la situación disponiendo una reunión el once de abril de 1858, para la cual dispuso que se abriese un camino desde la calle San Sebastián hasta la puerta del cementerio convenientemente afirmado y bordeado de árboles por ambos lados (cipreses), hacer las obras de reparación de la capilla y cercas y finalmente construir la cantidad necesaria de bovedillas para inhumación de cadáveres.


Todo estaba a punto de realizarse cuando intervino en el asunto don José de Villafranca y Guzmán, administrador de la Casa Ducal, haciendo la observación a la corporación de que dicho cementerio fue costeado en su origen por los señores antepasados de la Casa Ducal, en tierras de su propiedad y, por lo tanto, seguía siendo propiedad de la segunda duquesa de Fernán Núñez, Francisca Gutiérrez de los Ríos y Solís, por lo que creía justo que pidiesen autorización para llevar a cabo las obras.

Y así actuó la corporación, recibiendo en mayo de 1859 una comunicación con la cual hacía constar que era voluntad del duque consorte, Felipe Osorio de la Cueva ceder en toda propiedad y posesión al ayuntamiento el terreno y fábrica que constituía dicho edificio, por medio de escritura pública y con conocimiento de las autoridades superiores, civil y eclesiástica de esta provincia, pero con la condición de reservarse, para los usos que se conveniese destinar, el sitio preferente que sus antecesores allí habían marcado para Panteón, libre de toda clase de derechos que impusiese el ayuntamiento.

Pivote que marca el espacio del panteón ducal
Por tanto, tras la cesión el alcalde Adolfo Darhán Gaztel reunió a la corporación el nueve de abril del mismo año decidió dejar constancia de esta donación en el Libro Capitular donde se le agradecía al duque la cesión.

Esta fue la confirmación de aquella primera fundación de 1787 que ratificó como Cementerio de la Villa el lugar donde hoy se ubica, 224 años después.



· Información editada procedente de:
Historia de la Villa de Fernán Núñez. Francisco Crepín Cuesta

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sábado, 22 de octubre de 2011

Origen del Cementerio Municipal de Fernán Núñez (I)


Muchas de las entradas que creo suelen usar las obras de Crespín Cuesta o de Alfonso Zurita, los crónistas de nuestro pueblo, las edito, modifico el lenguaje y adorno con fotos, pero como siempre he dicho, el mérito era de ellos. Hoy, escribo una entrada que no está basada en nada de ellos, aunque conseguida gracias a ellos y sus pistas, mi pena es que tengo menos tiempo para dedicarme a estos menesteres, por estar, curiosamente, en Cádiz (ahora después entenderéis lo de Cádiz) y quizás no la termine de completar tanto como quisiera, pero aquí va un escueto resumen.

Fachada del Cementerio Municipal
Supongo que a los fernannuñenses y a los de fuera les sorprenderá saber que la fundación de nuestro actual cementerio exactamente no es de 1860, como vemos en su portada sino de 1787, coincidente en fechas con la Real Cédula que creó Carlos III, a través de la cual en el entrante siglo XIX, produciría la desaparición de los cementerios urbanos que terminaron siendo plazas en su mayor parte. En el lugar del cementerio antes lo que existía eran enterramientos alrededor de la ermita de San Sebastián y un olivar. Los enterramientos eran similares a los que había entorno al resto de ermitas y la parroquia de nuestro pueblo, probablemente pertenecientes a hermanos de la cofradías con sede en la Vieja Ermita.

Plaza conocida como Jardinito de Santa Marina  (años 20) , antiguo cementerio.
 En Fernán Núñez, no regía Carlos III, sino el sexto conde, Carlos José Gutiérrez de los Ríos Rohán y Chavot, pero aplicó la Real Cédula, prohibiendo los enterramientos en el Jardinito de Santa Marina de Aguas Santas y en la Ermita de la Caridad.

Retrato grabado de don Carlos José Gutiérrez de los Ríos, sexto conde
Este, decidió crear un cementerio en las afueras, en torno a la ermita de San Sebastián, en el Monte de la Vieja Ermita, pero para ello, como no, necesitaba un apoyo económico que fruto del azar y su buen hacer como diplomático acabó recayendo en nuestra villa, siendo aquí cuando comienza la historia:

En el año de 1772, se fabricó en El Ferrol un navío de la Real Armada Española: el San Pedro de Alcántara. Dicho barco participó en la Guerra de la Independencia Americana, ya que España declaró la guerra a Gran Bretaña durante la misma, estando del bando de los norteamericanos y tras finalizar la guerra, en 1783, dicho barco partió de El Callao, ciudad peruana, con ocho millones de pesos en oro y 211.440 pesos en lingotes de cobre con destino a la ciudad de Cádiz. Por una serie de circunstancias, el barco, acabó naufragando frente a las costas portuguesas, a la altura de la villa de Peniche al norte de Lisboa, al chocar contra las rocas a las 10.30 de la noche del 2 de febrero de 1786.

Acantilados en la costa portuguesa, próximos a Peniche
 Traía 419 personas, comprendiendo sus oficiales, algunos pasajeros y oficiales de transporte. Perecieron en el naufragio unas 128 personas y el resto consiguió llegar a la orilla.

Tanto la población portuguesa como sus mandatarios colaboraron socorriendo y rescatando a los naúfragos y el embajador de España en Portugal, el sexto conde de Fernán Núñez, que se encontraba en Lisboa, despachó dos misivas, una  a Madrid y otra a Cádiz para relatar lo acontecido  y empezó a tomar las diligencias necesarias para el rescate de los marineros y las mercancias. Ambos países colaboraron en el rescate de manera civilizada, así lo refleja la mayoría de los cronistas de la época tanto lusos como españoles, ya que la noticia se extendió rápidamente por toda España y fue relatada por muchos escritores.

Hoy día se conservan las cartas, gracias a las cuales he descubierto esta historia porque forman parte del Diario curioso, erudito, económico y comercial. En el libro podemos leer una carta de agradecimiento por parte del Tribunal del Consulado y Comercio de Cádiz, que controlaba las mercancias entre América y la ciudad, donde como muestra de su buen hacer ante el naufragio le hace una donación económica al sexto conde de Fernán Núñez, así como dos cuadros del pintor francés Jean Baptiste Pillement, El Naufragio y La recuperación del tesoro de San Pedro de Alcántara, hoy en manos de sus descendientes, desconozco si estuvieron en Fernán Núñez en alguna ocasión.

El Naufragio, de Jean Baptiste Pillement
Y ahora, relato textualmente, lo que decide hacer con dicha dotación, con un fragmento extraído de la carta donde el conde da respuesta al tribunal del Consulado y Comercio de Cádiz:

"... y siendo esta suma fruto de la desgracia de unos honrados e infelices vasallos de nuestro Soberano, me parece más justo se invierta en beneficio de ellos. Por tanto la he destinado desde luego a ayudar a la reedificación de un corto resto, inútil y arruinado albergo antiguo de La Caridad, que subsiste en mi Villa de Fernán - Núñez, y a principiar a construir un cementerio público, proyectado por mí, en el parage más elevado a la inmediación de ella. La experiencia de estos dos últimos años de epidemia ha aumentado mi deseo de verificar estos dos establecimientos que hace tiempo meditaba sin fruto, haciéndome conocer la suma necesidad de ellos... "

Por tanto destinó la compesación a medias con el Hospital de La Caridad y el cementerio, teniendo aquí el germen del actual Cementerio Municipal.

El cinco de mayo de 1787 fue cuando se colocó, en su presencia, la primera piedra del cementerio. En el, señaló también, un lugar para el enterramiento de los eclesiásticos y proyectó un panteón para los señores de la Casa Condal (luego Ducal) otorgando una renta de 5279 reales.


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lunes, 17 de octubre de 2011

La Senda de las Ánimas

En Fernán Núñez existía una cofradía llamada de las Ánimas Benditas, con el fin de honrar a los muertos. Al igual que en nuestro pueblo, se encontraba en muchos otros de nuestro país.

Ahora, por distancia, tiempo y burocracia, no voy a comprobar cuales son los documentos escritos que quedan sobre dicha cofradía, pero su institución en Fernán Núñez se pierde un poco en el tiempo, quedando poco clara y siendo bastante prolongada su presencia en la villa.

En esta cofradía se depositaban los objetos perdidos y a su hermano mayor acudían los que perdían algún objeto y si allí se encontraba depositado, lo recobraban mediante un donativo que se destinaba a sufragios por los difuntos. Cuando lo que se hallaba eran animales y  pasaba un plazo prudencial sin su reclamo, este era subastado públicamente.

Otra de las costumbres de esta cofradía era tener un cerdo, o cochino, como le decimos por aquí,  de su propiedad que andaba libremente por el pueblo, siendo alimentado por los vecinos que arrojaban a la calle restos de comida, granos o desperdicios hasta que llegaba la época de San Martín (once de noviembre) era vendido en subasta, y ya sabemos lo que viene después como vaticina el refrán, destinándose su dinero nuevamente a los fondos de la cofradía.

Hoy quedan dos recuerdos en Fernán Núñez de esta hermandad.

El primero en la iglesia de Santa Marina de Aguas Santas, en una capilla que hoy se le sigue llamando Capilla de las Ánimas. Concretamente se sitúa en el lado del Evangelio, empezando por los pies o en la torre-campanario, con representaciones pintadas de santos carmelitas en las pechinas de la cúpula y en el altar, por ello que también se le denomine Capilla de la Virgen del Carmen, ya que era considerada como la mediadora para conseguir la salvación de las almas del purgatorio, estando por tanto, muy vinculada a la cofradía. Es una capilla muy curiosa, pues tiene una ventana al exterior, cosa poco frecuente en las capillas laterales de dicha iglesia y su altar aún conserva los enganches para colocar velas en sus distintas partes.



El segundo es la Senda de las Ánimas. Este camino al este de Fernán Núñez, partía de las proximidades de la Fuente de los Gitanos, al final del cerro del Higueral y muy próximo al cementerio municipal y la ermita de San Sebastián y se dirigía hacia los pagos de Valdeconejos y La Sargadilla, este último ya perteneciente al término de Montemayor, y en la Sargadilla se unía con el camino que bordea el Cerro de la Horca, y que  concluye en el cementerio municipal de Montemayor.


Vista de la Senda de las Ánimas desde el Cementerio Municipal





En negro, he retocado el trayecto del camino
Según relata el cronista Crespín Cuesta, la cofradía se reunía un día fijo cada semana, con todos sus miembros vestidos rigurosamente de negro y al filo de la media noche, marchando en formación de doble hilera, con hachones encendidos y llevando al frente una cruz, emprendían una especie de peregrinación por la senda que lleva su nombre, rezando en voz alta por las almas de los difuntos.

El espectáculo era impresionante y sobrecogedor y cuentan que las gentes del pueblo subían a las inmediaciones de la ermita de San Sebastián, para admirar desde lejos, la macabra belleza del desfile.

Hoy forma parte de un agradable paseo, pues por ella trascurre la Ruta de las Fuentes que une a Fernán Núñez y Montemayor.

· Información editada procedente de:
Piedras y Cruces. Francisco Crespín Cuesta

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