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martes, 1 de noviembre de 2011

La ermita de San Sebastián o La Vieja Ermita (II)

Para completar la anterior entrada sobre la ermita de San Sebastián, en esta segunda parte vamos a hablar sobre su interior.

Exterior de la ermita de San Sebastián

Según cuenta Crespín Cuesta en su libro  Piedras y Cruces dice:
Desde los inicios del siglo XVIII la hermandad de San Sebastián cuidaba el culto a sus dos titulares representados por una imagen de Nuestra Señora de los Remedios, con el niño en brazos, dos de San Sebastián, también de talla, una de ellas desnuda, sufriendo el martirio, con cruz de plata en una mano y saeta del mismo metal en la opuesta, y la otra de mediana estatura, vestida. También había un Niño Jesús, conocido como El Niño Pastor.


La devoción a estas imágenes debió ser grande, por la gran cantidad de objetos de plata procedentes de promesas que llenaban sus camarines. Había un cáliz de cierto valor, con cucharilla y patena, una corona de plata para la Virgen de los Remedios, otra para el niño y una tercera para el Niño Pastor.


Además había multitud de pequeños objetos de plata, tales como ojos, pies, manos, torsos... los cuales se emplearon para hacerle a la Virgen una media luna.
Hoy no queda nada de eso en la ermita. La actual ermita, es de planta rectangular, con tejado a dos aguas y una espadaña, donde tiene una campana que suele sonar el día 2 de Noviembre, día donde se celebra la misa de los difuntos, en dicho recinto. Su interior al igual que la fachada principal está pintada de rojo y blanco, siguiendo las líneas de los edificios ducales, pintados de bermellón y blanco.

Interior de la ermita de San Sebastián




En sus laterales presenta dos hornacinas con un arco de medio punto, frente a frente, en una de ellas hay una estatua de un Sagrado Corazón y otra con algunos Crucificados de pequeño tamaño. En el altar mayor, hay un altar de yeso, probablemente, en cuya hornacina central está la imagen de San Sebastián, sin mucho valor artístico, siendo asaetado semidesnudo.  Del resto de imágenes de las que hablaba Crespín Cuesta no queda ningún rastro, lo cual es una pérdida importante que sufrió nuestro patrimonio y de la que no tenemos constancia de cómo sucedió. 

Detalle del Altar Mayor, dedicado a San Sebastián
Esta ermita y este cementerio no puede distar de muchos otros de nuestra provincia, o de Andalucía o España, pero quería dejar constancia con algunas entradas por su historia, vínculos y a nivel personal por cercanía.




· Información editada procedente de:
Historia de la Villa de Fernán Núñez. Francisco Crepín Cuesta
Piedras y Cruces. Francisco Crespín Cuesta

· Entradas relacionadas:
Ermita de San Sebastián (I)
El Santo
Senda de las Ánimas
Origen del Cementerio Municipal de Fernán Núñez (I)
El Panteón Ducal en Fernán Núñez
Moro, el perro de los entierros

viernes, 29 de octubre de 2010

El día de los Santos

 Y esta va a ser una entrada de las de recuerdos y tradiciones. Yo vivo en la calle del cementerio, o como siempre le decía mi abuela y mi madre, El Santo (abreviatura de El Campo Santo). El día de Los Santos siempre subíamos unas dos o tres veces, es que lo tenemos muy cerca, o sino no creo yo que diésemos tantas vueltas. Ibamos con mi hermana cuando venía a visitarnos y le traía algún ramo a mis abuelos, con mis amigos o si mi madre limpiaba alguna tumba, y como es costumbre, el día de antes había llovido algo y le jorobaba la faena, darle un último repaso. 


Yo me acuerdo que mi abuela me solía traer alguna doblaita de la Confitería Luque cuando salía de trabajar (ella trabajaba hasta domingos y festivos) La doblaita es un dulce hecho de batata o de mazapán que recibe el nombre del "doblar de las campanas" porque se solía comer el día de los Santos por la tarde, justo antes de misa.  Tenía formas diferentes, de estrellas, de animales... Aquí os dejo la receta. También se come en otros sitios como La Victoria. Ya conforme me fui haciendo un mozuelo, dejé de comerlas, aunque todavía paso por la calle la Feria en estas fechas y no puedo evitar mirar el escaparate con bastante gula.

Pero eso... me hice Mozuelo y lo que tocaba era irse a Montemayor. Al principio era andando y ya luego en autobús o en las motos, si tenías amigo que la tuviese. Allí había gente de La Rambla, San Sebastián, La Victoria, Montalbán... 
Finalmente hasta se fue pasando de moda el ir a Montemayor entre mis amigos y los últimos años, nos íbamos a Córdoba al cine.

Sea como sea, siempre cuando caía el sol y ya estaba en casa, acompañabamos alguno de mis hermanos y yo, a mi madre a poner la vela o la pila de petaca y su bombillita para que durante toda la noche estuviese iluminando la tumba de nuestros familiares.