Desde mediados del siglo XIII hasta unas décadas antes de la conquista de Granada en 1492 estas tierras eran continuamente asaltadas por los musulmanes del cercano Reino de Granada. Sin duda para nuestra historia local, la más decisiva fue en 1382 (o 1385, no queda claro). La aldea y su torre ya están vinculadas al castillo recién creado en torno a la torre de Fernán Núñez de Témez, ya que por unión matrimonial a finales del siglo XIII, del hijo del conquistador de la torre de Abencalez, don Lope Gutierrez de Haro con la hija de Fernán Nuñez de Témez, doña Constanza Fernández de Córdoba el señorío de Abencalez y el de Fernán Núñez ya eran solo uno. Unión que quedó reflejada en el escudo de nuestro pueblo.
Ahora solo quedaba algún hecho decisivo para trasladar la población y unificar el nuevo centro militar (el castillo) con los habitantes del señorío. Este castillo tenía más posibilidades de soportar los ataques árabes que la vieja torre de Abencalez y dominaba mejor las vistas sobre la vega del Guadajoz, vía de las principales incursiones. Se puede decir que a los árabes si les interesaba mirar hacia la antigua Córdoba califal por eso la importancia de la torre de Abencalez en su ubicación al noroeste, frente a la de la nueva fortaleza cristiana mirando hacia el reino de Granada.
Pero los árabes conocían donde se encontraban las debilidades de nuestro territorio así que tras intentar el asalto a la fortaleza, se dirigieron en ese fatídico 1385 a la pequeña e indefensa aldea. Y así, fue, la aldea fue totalmente destruída y saqueada se vió obligada a desplazarse a las inmediaciones del nuevo castillo.
A partir de aquí es donde se mezcla toda la parte anterior, histórica, con la leyenda o tradición. Se cuenta que una pastora de Abencalez, horas antes del saqueo andaba por las afueras de la aldea cuando se le apareció una mujer que decía ser Santa Marina de Aguas Santas y le encomendó la tarea de ir a Abencalez a avisar a todos sus vecinos del desastre que iba a ocurrir y que recogiesen todos los vasos e imágenes sagradas de la iglesia y se trasladasen hasta el castillo de Fernán Núñez. Para dar credibilidad de sus palabras la santa hizo brotar agua de la tierra. Dicho manantial se ha conservado hasta tiempos recientes con el nombre de "Pocito de Santa Marina"
La pastora avisó a sus vecinos, algunos la siguieron y otros decidieron permanecer en Abencalez. Los árabes llegaron y aquellos que permanecían en la aldea fueron apresados o asesinados. Para conmemorar este hecho al poco tiempo se construyó un monumento cuya alta base soportaba un crucifijo de piedra berroqueña que perduró hasta 1934 cuando fue demolido. Este monumento se le conocía como Cruz de los Desamparados, en memoria de todos aquellos que no se refugiaron en el castillo y fallecieron o fueron apresados. Adosada a la peana, por la parte de atrás llevaba una gran lápida que en 1717 mandó colocar el Conde don Francisco Gutiérrez de los Ríos, que es lo único que se conserva del monumento, hoy situada en la capilla de Santa Marina (antigua del bautismo, en la Parroquia de Santa Marina) en la cual se expone:
Es tradición inconclusa haberse aparecido la Gloriosa Virgen y Mártir Santa Marina, la que llaman de Aguas Santa en Galicia, muy venerada por su patrono, Don Fernán-Núñez de Témez, a una pastora que rezando pastaba algún ganado en este sitio por donde entramos al lugar de Abencalez, habitado por cristianos mozárabes, en tiempos de moros, ordenándole que fuese prestamente al lugar y dijese que los moros irritados, habían de venir a destruirlo y que asegurasen los sagrados vasos e imágenes en la villa de Fernán-Núñez que ya estaba fortificada. Entonces rompiéndose milagrosamente una peña, quedó abierto el pocito que se llama desde entonces de Santa Marina, y su agua entra por su pie en el humilladero, sin haberse agotado su caudal; que la nombrasen Patrona de Fernán-Núñez como se hizo inmediatamente, asegurando que por su intercesión no permitiera nuestro Señor que hubiese peligro en Fernán-Núñez y que se librarían de muchas enfermedades los que usasen fervorosamente de aquel agua y pocito, como reliquia de la Santa. Todo lo cual se ha verificado por la experiencia de mas de cuatrocientos años, y lo acredita el busto de la pastora con el rosario en la mano y corona de resplandores, que en esta Santa Cruz se ve, puesta poco tiempo después. En cuya memoria y por devoción hizo el Excelentísimo Señor Conde de Fernán-Núñez, Señor de esta villa y la de Abencaez, que esta lápida se pusiese a quince de Abril de 1717.
Aquí se vuelve a dejar constancia de la devoción por parte de Fernán Núñez de Témez, y de sus sucesores, hacia Santa Marina, pero no de como llega hasta Abencalez, aldea que no era de la juridiscción de don Fernán Núñez de Témez ni fue conquistada por el, surgiendo así la hipótesis expuesta en la primera parte de esta entrada de que más bien la devoción en la aldea surgió de manos de los repobladores gallegos de Abencalez, independientemente de la devoción que profesase el capitán gallego.
Es muy asombrosa la descripción de la cruz que se hacía en la lápida, sobre todo si se compara con la sobriedad de la actual cruz del siglo XX.
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