¿Qué sería de un asentamiento, sea de la época que sea, sin el agua?
Abencalez la tenía y en abundancia. No hay más que ver la ladera por donde se supone su ubicación, cuya base se encuentra regada por el Ventojil, el curso de agua más importante de nuestro término, importancia que ya vieron nuestros antepasados que le dieron el nombre de uno de los principales jefes de su tribu: Abentoxil.
Los restos hidráulicos de época romana en la zona de las Huertas, son muy abundantes y se encuentran bien documentados, quedando hoy día restos de construcciones que fueron recicladas hasta siglos más próximos a la actualidad, gracias a las construcciones de los molinos por parte del tercer conde don Francisco Gutierrez de los Ríos
Abencalez, también tenía sus fuentes, lógicamente y aunque no haya fechas concretas ni certeza de su origen todo pinta que la Fuente del Pozuelo era uno de sus principales puntos de agua. Fue restaurada en los 90. Antiguamente se le conocía también por fuente del Pozo Quemado.
Y además, contaban en sus proximidades del estanque de la Juncada o la Juncá, en la actual piscina municipal.
Por tanto, no queda ninguna construcción hidráulica árabe vinculada a la aldea, pero si que quedan construcciones posteriores que enmascaran un claro pasado árabe y la toponimia, que muchas veces, es el único legado de un pasado que aunque no se muestra con restos, si lo hace con palabras, que aguantan mucho mejor el paso del tiempo.
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