martes, 8 de noviembre de 2011

Moro, el perro de los entierros

Se ha escrito y dicho mucho a cerca del Perro de los Entierros de Fernán Núñez. La web está llena de referencias, enlaces y videos. Si tecleamos en Google, Fernán Núñez y perro de lo entierros, nos aparecen varios links, entre ellos el de Talbanés,  que ya trató estupendamente el tema y en los comentarios podéis encontrar un buen resumen de la historia del mismo de manos del presidente de la Asociación Cultural Caños Dorados, Andrés Romero Pérez, persona muy vinculada a la Asociación Cordobesa Protectora de Animales y Plantas San Martín de Porres. Aquí dejo el enlace

Hasta en la televisión se emitió un minireportaje en el programa Cuarto Milenio de Cuatro donde quizás se exaltaba el hecho de haberle construído a Moro, que así le pusieron de nombre, un homenaje. Quien vea el video puede interpretar que el homenaje era por su extraño comportamiento hacia la muerte, pero sin duda, creo que esa estatua lo que representa es la lucha por impedir el maltrato de los animales, usando un animal muy conocido que tuvo por desgracia una muerte muy conocida.  La estatua del homenaje, ubicada frente a la Fuente Reonda, del Llano de las Fuentes, es como no, obra de Juan Polo.

Moro, perro de los Entierros en el Llano de las Fuentes. Fotografía de Salvador López
 Muchos tienen ya su propia opinión, yo tengo poco que aportar a esta entrada, sobre todo porque nací dos años después de la muerte del perro, pero siempre recordaré como mi abuela me contaba las historias del perro y como incluso fue alimentado alguna vez por alguien de mi familia.

He decidido elegir un artículo de Crespín Cuesta, artículo coetáneo, pues cuando se publicó el perro Moro aún estaba vivo, de manera que refleja en cierto modo, el ambiente del momento y no lo que vivieron, han contado o recordamos que nos contaron, así que aquí lo dejo, está extraído de Piedras y Cruces, un libro que, permitidme la sugerencia, deberían de poner de lectura obligatoria en los colegios e institutos de Fernán Núñez (que para Conocimiento del Medio puede venir bastante bien)

Parece cosa sobrenatural; pero no lo es, aunque en las noticias divulgadas entre el vecindario y publicadas en la prensa, se le haya querido dar ese carácter. Es un can negro, de tamaño mediano, rabo corto y orejas gachas. Es noble, tranquilo y reposado al andar. No ladra a nadie, sino a los de su misma especie, ni se enfurece jamás por causa alguna. La misión de cualquiera de estos animales es comer, dormir y acompañar a su amo, cuando no se le destina a guardar la puerta del cortijo, amarrado a una cadena, o a guardar el ganado; pero la de este raro ejemplar, que carece de nombre, porque para todos es el perro de los entierros, es muy diferente de la que siempre tuvieron su raza: acompañar al difunto hasta su última morada, en cuantos entierros tienen lugar en la Villa.

Es curiosísimo el comportamiento del animal. Sabe distinguir el tañido de las campanas cuando tocan a muerto, de los demás toques usuales en la parroquia. Los lúgubres tintanes fúnebres le atraen irresistiblemente y al oirlos comienza a olfatear y a recorrer afanoso las calles del pueblo, hasta encontrar la casa mortuoria, a cuya puerta se echa, hasta que la comitiva se pone en marcha y se coloca al lado del féretro, acompañándole a lo largo de todo el itinerario. Llegado a la iglesia, se queda a la puerta y allí espera la terminación de oficios fúnebres. Luego vuelve a colocarse junto a la caja y camina hasta llegar al cementerio, en cuyo recinto entra, siguiendo el cadáver, y se echa al pie de la fosa, o sepultura, de donde no se mueve hasta que el último de los asistentes ha abandonado el Camposanto. Después vuelve a las calles del pueblo, a vagar por ellas, a nutrirse de los cubos de basura y dormir sobre las gradas de las puertas.

Entierro en la calle San Sebastián, con Moro en primer plano, finales de los años 70. Foto de Isabel Redondo
Este es el caso sorprendente del extraordinario y discutido que ha llamado la atención de cuantos han observado su extraño comportamiento. Pero lo que muchas personas ignoran es que, detrás de este curioso fenómeno de fidelidad a la muerte, protagonizado por este noble animal, hay una historia sentimental y bella, no menos interesante que las sobrenaturales propiedades que se le atribuyen a la curiosa bestezuela.
El animar, actor de tan singulares escenas, perteneció a un vecino de la localidad, que vivió en estado célibe, sin otra compañía, en sus últimos años, que la de este noble can, al cual dio todo el afecto que hubiera ofrendado a una esposa o unos hijos. Pero llegó un día en que, este hombre, aquejado por grave enfermedad entregó su alma a Dios. El animal, presintiendo la magnitud de la tragedia, aulló lastimeramente en el momento en que el alma abandonaba el cuerpo de su dueño. Después, echado junto al lecho de muerte, permaneció triste e inmóvil hasta que el cuerpo fue llevado a enterrar, yendo a su lado hasta el mismo instante de bajarlo a su tumba.

Cuando todo el acompañamiento hubo abandonado el cementerio, el fiel can siguió junto al sepulcro de su amo. Llegada la noche, el sepulturero tuvo que sacarlo por la fuerza; pero lejos de alejarse, se echó junto a la entrada, sin duda esperando la salida de su hasta ahora inseparable compañero. Allí permaneció tres días consecutivos, hasta que el hambre le obligó bajar al pueblo en busca de alimento. Desde entonces, los cubos de la basura le proporcionan el sustento y el cielo es su único techo; pero cuando las campanas parroquiales tocan a muerto, sus ojillos tristes se animan, se electriza su cuerpo recordando a su buen amo, y corre por las calles hacia la casa mortuoria, va a la iglesia y llega al cementerio pegado al ataud, con la única esperanza de volverlo a encontrar. Así un día y otro día, un año y otro. Han transcurrido varios dede que el perro amigo de los muertos quedara en la orfandad, sin embargo, su fidelidad al dueño que le cuidó y mimó sigue tan patente e incommovible, como si este acabara de morir y, sin desmayo, le espera aún para demandar sus caricias.
Ante este caso insólito y curioso, que debía servir de ejemplo a los humanos, el alcalde de Fernán Núñez ha ordenado sea respetado el animal, se le vacune periódicamente y se le de cobijo, en las frías noches invernales, en el local que sirve de cuartelillo a la guardia municipal.
                                                  Crespín Cuesta. Piedras y Cruces.




Desconozco si este último parrafo se llegó a aplicar o el perro murió antes.  Con esto pongo fin a la relación de entradas, que acompañaban al mes de Noviembre, para hacer este tributo al lado fernannuñense del mundo de los muertos.

· Información procedente de:
Piedras y Cruces. Francisco Crespín Cuesta

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8 comentarios:

  1. Hola Diego, ante todo agradecerte la mención y el enlace a mi blog. Es ésta otra interesante entrada sobre el famoso perro Moro, el can de los entierros de Fernán Núñez. De entre las muchas explicaciones que antes había leído u oido (unas más creíbles que otras) ésta que nos ofrece Francisco Crespín Cuesta en su libro "Piedras y Cruces" me parece bastante verosímil. Como expliqué en mi blog, la versión que yo ofrezco, intentando explicar este prodigio, no es de mi cosecha, ni mucho menos, sino que me la contó un hombre de Doña Mencía que vive aquí en Córdoba, en mi misma calle, y que era paisano y amigo de aquel Manolico "el del Ayuntamiento" que menciono en mi entrada. Si algún día vienes por Córdoba y quieres conocer a esta persona dímelo y yo te lo presentaré, ya te digo yo que él te contará la historia gustoso..., ahora saber cuál es el verdadero motivo del comportamiento de Moro... eso es difícil por no decir imposible. Lo que yo tengo claro es que la explicación no tiene nada que ver con espíritus, temas sobrenaturales, ni nada por el estilo Diego. Aunque no he leído ese libro, conociéndote, sé que llevarás toda la razón cuando dices que debería leerse en los colegios e institutos de tu pueblo. Un saludo y enhorabuena por la entrada.

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  2. Buenas Talbanés, lo sé, gracias por ofrecerme conocerlo. No tienes que dar las gracias por el enlace, tu entrada está muy completa y los comentarios son geniales, más bien es a la inversa, gracias por haber publicado sobre Fernán Núñez. Un saludo.

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  3. Sois los dos cronistas "oficiales" de la campiña cordobesa, y siempre es un deleite leeros. Yo no conocía a Moro, hasta que un día fuimos a Fernán Núñez, y vimos la escultura. Aquí en Córdoba se dio otro episodio similar, fruto de la fidelidad por su amo que tienen estos animales que, en ocasiones son mejores que muchos humanos. Es la jeraquización de su vida y el respeto por el dominante de la manada, pero eso no quita lo entrañable de la historia y el mensaje para que se respeten los animales. En Córdoba en mi barrio, que era de los pocos que tenia sereno, éste poseía un perro que le regaló a un amigo que marchó con él a Levante, pues el animal en cuanto pudo se volvió y apareció en la puerta del anterior dueño, el sereno. Que se vino desde Valencia, desde Albacete, desde Úbeda, o desde la Choza del Cojo, no sabemos lo que si es cierto es que volvió con las patas echas polvo y eso fue un episodio.
    Un abrazo para los mejores cronistas que tiene la campiña cordobesa, cada uno en su territorio.

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  4. Muchas gracias por tus palabras Paco. Córdoba también tiene su cronista en tu bloguera persona, yo también he aprendido muchísimo con tu bitácora, es un placer leerte. Un saludo amigo.

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  5. Muchas gracias Paco, opino exáctamente lo mismo que Andrés. Un saludo.

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  6. Por el grupo "Apoyamos..." en Facebook he llegado hasta aquí. Una historia hermosa en la que una vez más hace que venga a mi mente la frase aquella de que "cuanto más conozco a los hombres más me gusta mi perro"
    Saludos

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  7. Es una buena frase con la que concluir mi entrada. Muchas gracias por pasarte por aquí. Un saludo.

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  8. Si supiera quienes fueron las bestias que apalearon al perro moro les dirían que no merecen vivir y que me alegraré cuando estén en el infierno.

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