Hace unos días intentaba convencer a un amigo de porqué quería estar en el pueblo este día y así de paso a ver si el se animaba a venir, que es muy buen fotógrafo. Independientemente de motivos religiosos, hay una serie de tradiciones que se van forjando con los años. Eso de levantarte el Jueves Santo con tus hermanos - no hablo de cofrades, sino de los míos propios- y a las nueve estar en el jardinito de la Iglesia esperando que suenen las nueve campanadas y se abra la puerta, es ya un hábito, un acontecimiento que pudo tener su origen en ese acto religioso, pero que sin duda se rodeó de causas de más relevancia que su causa inicial. Te reencuentras con muchos viejos amigos, unos más alegres que otros (depende de si han estado ya desayunando) aunque normalmente todos nos escondemos debajo de las gafas de sol, incluso si está nublado.
Y empecé a hablarle de Francisco Villalba Bonilla, el escultor que realizó la magnífica talla en torno a la cual se constituyo la cofradía y que recogía la tradición de una figura de un cristo Caído que salía de la Ermita del La Caridad en la mañana del Jueves Santo en la Cofradía de El Huerto junto con otras tallas.
Francisco Villalba estuvo aquejado durante toda su vida por graves problemas de salud y quizás la dureza de sus imágenes tenga algo que ver con esto. Sus primeros contactos con la arcilla fueron en el Tejar de Antonio Gallego, de igual manera trabajó en la fragua de Joaquín Galán y de aquí, para que muchas personas que empiezan vean como desde lo más humilde se puede llegar bien lejos siempre con esfuerzo, dedicación y ganas, pasó a instituciones como la Escuela de Bellas Artes de San Fernando donde realizó la especialidad de Escultura. (la biografía completa está en el blog de la Cofradía del Silencio)
Y dejaremos para mañana una entrada menos personal con datos sobre la cofradía, la talla y sus inicios.
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