Siguiendo el orden, desde su fachada a la parte final, podemos ver como su techo es una bóveda de arco rebajado con algunas molduras y pilastras.
En su parte central hay una cúpula y en una de las pechinas sobre las que se apoya tenemos la imagen de uno de los evangelistas. Escultura probablemente de época reciente, correspondiente a la última restauración posterior a la Guerra Civil. No sé si habría más evangelistas y se desprendieron o si realmente nunca se llegaron a colocar.
En la parte final tenemos el espacio que correspondía al Altar Mayor y su camarín, hoy tapado por una cortina y por cajas y amontonadas.
Este es el aspecto del camarín en su interior, dicho camarín albergó probablemente la imagen de Nuestra Señora de la Salud (según consta en el Madoz del 1830) y posteriormente, de la Virgen o Nuestra Señora de La Caridad de la cual consta, mediante los archivos, que había una imagen.
De los muros laterales poco podemos hablar, entre objetos amontonados y muebles podemos ver restos de puertas que comunicaban con las estructuras explicadas en la anterior entrada.
Y sobre todo lo que se ve es como se viene abajo cada día que pasa, a pesar de que ya quede poco de lo que fuese la ermita inicial y aquel hospicio, a pesar de que no tenga un uso concreto, excepto los días de Semana Santa. Las goteras en sus techos, las humedades, las plantas que crecen en su fachada y en sus muros laterales acabarán venciendo a estos 486 años de Historia de Fernán Núñez.
Tampoco entiendo muy bien porque se acumulan tantas cosas en su interior y se le ha dado esa función de almacén.
Sería una lástima que llegue el 2025, y cumpla quinientos años de su primera fundación e irónicamente nadie tenga la intención de devolver lo que este hospicio y su ermita hizo tantos siglos con la gente de nuestro pueblo y de fuera: ayudar y reparar.
Agradezco muy especialmente la ayuda de Juan Luis Ramírez Zurita.
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