sábado, 9 de abril de 2011

La ermita de La Caridad (III)

SIGLO XVIII y XIX: ERMITA Y HOSPICIO DE LA CARIDAD

En la anterior entrada nos quedamos con el abandono del Hospital tras fallecer el tercer conde en el mes de abril de 1721. Cuando se encontraba sin el sustento económico de los condes, parece ser que al menos el hospicio servía de albergue nocturno, en una especie de servicios mínimos.

 Las siguientes noticias nos llevan a 1753 donde el Concejo municipal de la época (el ayuntamiento) tomó en consideración la idea de restablecerlo, para que funcionase igual que en los tiempos de dicho tercer conde Francisco  Gutiérrez de los Ríos. Para ello se acordó solicitar la Real autorización y el apoyo de don Francisco de Cepeda, tutor del que sería sexto conde don Carlos José Gutiérrez de los Ríos, aún menor de edad que costease y diese carta blanca a la tercera refundación del Hospicio de la Caridad. Seguiría estando regido por los monjes franciscanos montillanos y que se debía de comprar una casa para que se asentasen estos. El acta que se levantó con tal propósito fue la siguiente:
Considerando esta Villa lo útil que sería a sus vecinos, en lo espiritual y temporal, la erección del Hospicio Religioso Observante de Nuestro Padre San Francisco de Asís y no dejando esta Villa de advertir que nunca como ahora se logrará mejor posibilidad para erigir y establecer el expresado hospicio, por contemplar que el Iltmo. Sr. Obispo dará su permiso sin dificultad y que no más asentirán a ellos los Sres. Vicario y Curas de esta Parroquial, a cuyo presupuesto, no duda del cristiano y piadoso celo del Iltmo. Sr. Don Francisco de Cepeda, tutor del Excmo. Sr. Don  Carlos de los Ríos, Conde actual de esta Villa, concurrirá con toda complacencia a obra tan pía y  santa, facilitando las licencias necesarias, así del Real Consejo como del Revdmo. Padre General de la citada Religión, siendo muchos los beneficios en particular y común que se seguirán a esta población y vecindario, de establecer dicho hospicio, ya por lo que mira a la virtud y educación y por lo que hace a la mejor paz, quietud y tranquilidad de estos naturales y aún para el socorro de algunos pobres, en el alimento cotidiano, por ser corrientes las limosnas con que se mantienen los religiosos y sustentan los necesitados, pareciendo ser bastantes para el mencionado establecimiento del Hospicio por ahora, dos religiosos presbíteros confesores, de buena conducta y un lego que les asista, que dicho Rvdo. Padre General elegirá, para que destinándoles una casa en sitio correspondiente, que podrá comprarse con limosnas de algunos bienhechores, vayan a ella, poco a poco, haciendo las oficinas precisas. Acordaron sus mercedes que para que sobre este importante asunto se den las provisiones conducentes, se saque testimonio de este acuerdo y se pase a manos del dicho Iltmo. Sr. Don Francisco de Cepeda, por quien se tomen los informes que correspondan, para venir en conocimiento de si conviene o no lo referido y, encontrando ser conveniente, facilite por medio de su autoridad dichas licencias, proporcionándolo todo de forma que tenga efecto la erección de dicho Hospicio, en el que se refundirán las limosnas de estos vecinos, para poderse mantener los religiosos, por no ser pocas las que anualmente se están dando a demandantes y a conventos de fuera de parte, que vienen a pedir a esta villa.
¿Cuál pudo ser esa casa? ¿Porqué no se usó nuevamente el  edificio del anterior Hospicio?

En este siglo, la capilla se está usando como parroquia principal de la villa puesto que la iglesia de Santa Marina se encuentra reconstruyéndose en torno a 1724y 1739. Sobre la casa o las casas que formaban parte del hospicio no se sabe mucho. Debían estar próximas, adyacentes a la capilla desde su fundación inicial en el siglo XVI, alguna probablemente en estado ruinoso o quizás se fueron cediendo o vendiendo a los vecinos para conseguir mantener durante algún tiempo más la labor caritativa del hospicio.

Ante la anterior acta, parece que no hubo pronunciamiento por parte del tutor del VI conde.

Llegó otoño de 1785 y se desató sobre Fernán Núñez una terrible epidemia de peste que consternó a la población durante varios años de manera que los cementerios del pueblo se quedaron saturados. Así consta en la reunión que se celebró el once de enero de 1786 donde refleja que en la ermita de La Caridad ya no caben más cadáveres.

Quizás esta desgraciada situación propició que por fin se restaurase, por última vez en su historia el Hospital y Hospicio de La Caridad, dotándolo ahora de diez amas, o nodrizas, a 33 reales cada una, para criar a los niños que no pudiesen ser atendidos por sus padres o aquellos que fuesen desamparados, a cuyo efecto mandó poner un torno en dicha casa, para recoger los expósitos. Para esta fundación, junto con el cuidado del nuevo cementerio de San Sebastián, el conde dejó una renta de 5279 reales.

Y aquí se pierde la pista, se sabe que la cofradía de La Caridad duró hasta el siglo XIX y siguió  con su sede en la capilla de dicho Hospicio, de tal manera era su arraigo que acabó por imponer su nombre al Hospicio y a la capilla-ermita. Probablemente en ese siglo también sería el fin del Hospicio para siempre, pues en esa época tuvo lugar las desamortizaciones más importantes de la historia de España en las que probablemente esta capilla perdería gran parte de las casas que formaban su hospicio.


Información editada y ampliada procedente de:
Historia de la Villa de Fernán Núñez. Francisco Crespín Cuesta
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